Porque en tu cocina pueden pasar cosas mágicas.
Conocido el crépito fuego, dominar la técnica y su mejor soporte.
Un arroz para ser perfecto debe disfrutarse en buena compañía.
Las buenas canciones te hacen bailar. Lo mismo pasa con los postres.
Café o té, que cada uno escoja su bálsamo para el corazón y el espíritu.
Todo artista necesita sus mejores herramientas para preparar su mejor creación.
Cada vez más, muchos de nosotros sentimos la necesidad de adoptar estilos de vida alternativos a los tiempos que corren. Varias personas apuestan por adoptar una conducta más proactiva que reactiva en la rutina, direccionada a una experiencia vital más tranquila, conectada con el entorno y que disfruta de las pequeñas cosas del día a día.
Desde el principio de los tiempos, la comida siempre ha jugado un papel importante en lo cotidiano, y también ha sido herramienta de vínculo entre los nuestros. Funciona como un excelente epicentro lúdico de reunión, y es en ella donde se canaliza el mimo, cuidado y estima hacia quienes la comparten.
La comida canaliza el mimo, cuidado y estima hacia quienes la comparten.
Organizar una velada de este tipo implica funcionar, disfrutar y experimentar todo el proceso de manera conjunta: desde logísticas de abastecimiento, hasta la sobremesa que extiende sus topes con gusto y parsimonia. Estos espacios rodeados de naturaleza se convierten en una excelente oportunidad para apostar por un modelo de consumo comprometido con el entorno, más sostenible y que opta por el producto local de km.0. Y es que, el producto fresco siempre es un punto fuerte dentro del menú.
Nos ponemos en marcha empezando por el indispensable, el fuego: Preparamos una brasa que dure gran parte de la tarde, ya que nunca se sabe cuándo volveremos a echar algo más en la parrilla. Mientras tanto, entre debate, cotilleo y charla, en otra parte de la casa se encargan de preparar los fríos y entrantes, asi como de ir montando la mesa para todos los comensales.
El producto fresco siempre es un punto fuerte del menú.
Cuando ya está todo listo, el silencio de la mesa da paso a sonidos de naturaleza y cubiertos. El gran banquete culmina con la hora del café, que se convierte en el primer checkpoint del día. Una pausa de primeras conclusiones, y la previa de lo que se alargará después; algunos embarcan en un paseo, otros deciden quedarse reposando... nada está escrito.
Resulta revitalizante alejarnos por un momento del ritmo de la ciudad e invertir tiempo en entornos rurales, donde la naturaleza es un envoltorio perfecto que nos ayuda a focalizar en los aspectos más inmediatos que normalmente pasan desapercibidos, y disfrutar de ellos.
En estas reuniones culinarias sentimos que el tiempo se ralentiza.
Sentir esta pertenencia y vivir conectados con nuestro círculo agudiza la percepción de las cosas importantes. Es en estas reuniones culinarias donde sentimos que el tiempo se ralentiza, y vivimos el momento de la comida como un eje ritual que dirige y acompasa la experiencia entera. La energía de lo íntimo prevalece en el espacio habitado y permanece en la memoria. Por este motivo, resulta lógico acabar retornando a aquellos lugares que nos unen.